Si quisiéramos hablar de forma correcta tendríamos que hablar en plural. 
No existe EL futuro, sino LOS futuros forjados desde nuestro presente a golpe de acción y reacción. 

No es algo dado de antemano sino más bien una construcción personal y social cambiante, creada por nuestras propias acciones e inacciones.

Conocer y resignificar lo conocido. Esa es la clave.

En términos de reflexión cotidiana surge esta distinción:

Si nos centramos en la reacción, siempre estaremos un paso detrás de los acontecimientos. Y es que poner el foco en lo que nos es dado nos hace reforzar la incertidumbre, la ansiedad, esa sensación de no tener el control. Temer y dudar. Dudar y aferrarnos a lo conocido. Aferrarnos a lo conocido y resistirnos al cambio. Resistirnos al cambio y reaccionar cuando la vida nos "impone" un volantazo.

Si nos centramos en la acción, sin embargo, algo cambia en nosotros. Las circunstancias son iguales a las del que reacciona pero hay un poder activado en nosotros. Un poder que algunos llaman “suerte”. Visionario, ¿te suena? 

De pronto el futuro no nos viene dado por mandato, sino que es una construcción propia. Un diálogo entre las posibilidades que veo y las que creo. Un abordar la realidad desde el desafío. 

Un poder activo nos lleva a tener clara nuestra visión. Visión que nos da certeza. Certeza que estimula la creatividad y nos ejercita en la reinvención permanente. Nos anticipamos al cambio y nos nutrimos de él para avanzar.