Tendría unos 4 años cuando mi mamá me pidió que pelara cebollas por primera vez.
Recuerdo la fascinación de ir quitando capas hasta que solo quedó, entre mis manos, un centro tierno y adorable.
Se imaginarán la cara de mi madre cuando le alcancé tan solo 4 centros minúsculos de cebolla.
Seguramente habré visto cientos de veces a mi mamá pelándolas, pero yo sentía que aún quedaba más por descubrir y seguí quitando capa tras capa hasta llegar al centro.
Luego me recordaron: “solo se quita la piel más oscura y nada más, Cintita! “ .
Creo que en ese momento, aún sin ser consciente de ello, había descubierto mi verdadera pasión por ir al centro de los asuntos, al origen de todas las cosas.
Como buena plutoniana, ese imperativo de profundizar en los más ocultos significados de la vida era parte de mi naturaleza y fue ese el día que lo descubrí.
EXPLORAR con curiosidad es, quizás, la actividad más transformadora que puede existir. De la exploración uno no sale indiferente. De la exploración surgen descubrimientos y con ellos nuestro universo se expande.
Hay un ejercicio que suelo hacer en mi trabajo con profesionales y emprendedores, no uso cebollas (¿imaginan qué uso en su reemplazo?), pero es una manera muy reveladora de discernir lo esencial de lo accesorio, de comprender lo que se necesita para no sentirse vacía por dentro, de descubrir lo que nos da sustancia, nuestro eje.
El viaje puede iniciar de adentro hacia afuera o viceversa, lo que sea necesario para entender que para envisionar un horizonte debo activar el poder que anida en mi.
Solo conociendo mi para qué, podré descubrir todo los cómo.
No recuerdo el hecho, jaja! Pero … podemos decir que el tema en un próximo libro podría ser: pelando cebollas, me encontré a mi misma!
Buscar nuestro centro, encontrarnos con el corazón que nos impulsa a la perfección a veces necesita de capas igual que la cebolla para poder resistir el embate de la vida y de los seres.
Aquí sólo quiero una reflexión: Tengo capas o uso escudo