“And eye for an eye makes the whole world blind”
(“Ojo por ojo y el mundo quedará ciego”)
Gandhi
La vida huye entre los resquicios del odio, como la mariposa se desvanece al concluir el día.
La violencia engendra violencia, el odio enceguece y trae de manifiesto un cúmulo insoportable de iniquidades. El circulo nos aprisiona en espirales concéntricos, mientras comprobamos que la asfixia se presenta como un destino posible. ¿Estamos preparados para hacernos cargo de las consecuencias?
Desde la separación de las almas, relatada por Platón en “El banquete”, andamos por el mundo gimiendo en busca de lo que nos falta, de nuestra contraparte exacta, de la integridad, la felicidad… de aquello que nos permitiría sentirnos plenos nuevamente.
Pero también, por una razón fortuita, solemos perdernos en el camino y, en vez de asirnos con fuerza de aquello que nos daría dicha, comenzamos a agredir a lo diferente: generando impotencias, disputas y búsquedas de revancha.
Erigirnos en jueces y verdugos de otros, no nos trae alegría… “la pena va a en pos de nosotros como las ruedas del carro van detrás del buey que tira de él” . Así en nuestros pensamientos como en nuestras acciones, las consecuencias son la reacción esperable, aunque no siempre deseable, de nuestros aciertos y nuestras equivocaciones.
El maniqueísmo no es un buen consejero
En este juego y contra-juego que es la vida, los extremos parecen chocar: “o lo uno, o lo otro” se convierte en el estigma de una civilización que desconoce de equilibrios y complementaciones.
“O lo uno, o lo otro”… ”o se está con nosotros, o se está en contra”… frases maniqueas por el estilo han salido de varios labios a lo largo de la historia, ninguno de esos labios pertenecieron a sujetos con inteligencia emocional.
Compartir e imponer son términos que distan de ser sinónimos, por más que se los quiera hacer encajar. A lo largo de la historia de la humanidad se ha tenido la mala costumbre de creer que “nuestras verdades” son las autenticas. Acto seguido, hemos querido imponerlas a cualquier precio: “si yo tengo la verdad, entonces el otro miente.” Sin embargo, los maniqueísmos no han sabido conservar la armonía del planeta, muestras hay de sobra.
O lo uno o lo otro.
Parece mentira que “gente grande” se enrede en esta disociación, lo cual revela, obviamente, una ineptitud para la lectura objetiva de la realidad, es decir, una incapacidad para reunir en un mismo objeto los aspectos buenos y malos. Lo uno y lo otro conviven en nosotros mismos, y en los demás. Melanie Klein observó que la ambivalencia, o la integración de los aspectos positivos y negativos, es un estado deseable en un sujeto adulto.
¿No creen que hemos leído demasiado cuentos, o visto demasiadas películas? La vida es otra cosa. En los cuentos no hay espacio para las equivocaciones: el malo es malo, el bueno es bueno… y siempre hay un final feliz. Pero nos olvidamos un pequeño detalle: el cuento simboliza arquetipos. La vida real es diferente: la sombra, el animus y el anima se interrelacionan en un juego continuo de búsquedas y desencuentros. Proyectar en otro mis propias sombras, es una forma infantil de “evitar el problema”… aquí no hay espacio para la individuación, sólo para el sufrimiento.
Competencia, implica lucha, separación. La complementación se refiere a la necesidad de integración. La unión genera el nacimiento de una nueva realidad que sabe cobijar. Las diferencias deberían conectarnos, en vez de dividirnos.
Cambiando el mundo de los Arco Iris decolorados
¿Pueden imaginar un arco iris de un solo color? ¿Imposible verdad? Pero a veces nos comportamos como si quisieramos ser el único color del universo, degradando a los otros o eliminándolos. No somos todos iguales, eso es cierto, pero todos deberíamos tener las mismas oportunidades de desarrollarnos en nuestra humanidad.
Lamentablemente el mundo se está convirtiendo en un reducto de privilegios y exclusiones. Ser y tener, identidad y pertenencia se confunden en un letárgico sonido recitado por la moda y el status. El que tiene y pertenece es “feliz”, el que no, es rechazado y humillado en su condición de ser humano… como si tener y pertenecer nos diera más identidad que al resto.
Que quede claro, la identidad es algo que no depende de la economía, ni de la política, ni de la sociedad o el sistema. Ni siquiera depende del otro; uno debe ir descubriendola solo, evitando sustraerse de la realidad cotidiana.
Si para que yo tenga existencia, otro debe sacrificarse... si para demostrar lo grandioso que soy, debo rebajar a otro... no tengo identidad.
Imponer MI voluntad no habla de mi identidad, sino de mi miedo. Creo que la prepotencia es una forma de defensa contra el miedo y la inseguridad... Inseguridad que es vacilación de nosotros mismos, de nuestras capacidades, de nuestras acciones, sentimientos y pensamientos. Dudo, por eso ataco. No estoy seguro, por eso impongo. No se si tengo razón, por eso grito.
Aquí estamos frente a una incertidumbre del Sí Mismo...
Yo soy el centro de todo, y la circunferencia de nada
Sri Ramana Maharshi (1880 -1950), tenía una teoria: “Puesto que el deseo de todo ser vivo es ser siempre feliz, libre de todo pesar; puesto que en toda persona se observa que existe un amor supremo por el propio ser; y como sólo la felicidad es la causa del amor. Para ganar esa felicidad que es nuestra propia naturaleza y que se experimenta en el estado de sueño profundo donde no existe la mente, uno debe conocer su propio ser. Para ello, el sendero del conocimiento, la indagación de la fórmula "¿Quién soy Yo?", es el medio principal”
Otros pensadores y filosofos nos han dado la misma clave: “Conocete a ti mismo y descubriras el universo”, “la develación del Si mismo es el objeto del proceso de individuación”, “el universo tiene su centro en cada hombre y su circunferencia en ninguno”,
Hay algo que tengo que tener claro y es: no puedo medirme por la imagen que proyecto. Cada cual me verá según sus propias necesidades. Debo autodescubrir mis aspectos buenos y malos, mi luz y mi “sombra”. Luchar contra la sombra ajena, no implica que podamos dominar la propia. El reencuentro con nuestra parte oculta debería ser el primer paso en el sendero hacia el descubrimiento de nuestra identidad. "Cómo puedes ver la paja en el ojo ajeno y no puedes ver la viga que hay en tu ojo" dijo Jesús. La humanidad siempre ha tenido esta mala costumbre. Se ha dispersado tratando de “solucionar” problemas que están más allá de su jurisdicción. Sin darse cuenta de que lo único que hace es: dilatar el encuentro con si misma. Ni más, ni menos.
Convertirse en el cambio
Ya es tiempo de que apartemos nuestra mirada del espejo del otro, y que maduremos como humanidad abandonando las prepotencias. Crecer es doloroso, implica renunciar a viejos esquemas, pero trae beneficios compensatorios. Es necesario comprender que compartimos la vida con seres humanos que tienen diferentes necesidades, creencias, sentimientos. Seres que nos enriquecen, y nos devuelve otra imagen distinta a la que estamos acostumbrados. Eso es bueno, nos habla de heterogeneidad.
¿Vamos a dejar que Thanatos siga desplegado sus alas en un gesto de victoria... o buscaremos a Eros con la misma desesperación con la que buscamos el aire bajo el agua?
Creo que estamos frente a una situación de quiebre, un hito, un punto de inflexión que nos permite mirar la realidad desde otro ángulo. Estar tan cerca de la muerte nos hace amar la vida, estar cercados por la violencia, nos hace anhelar la suavidad. Es la época de abandonar mezquindades y aunar esfuerzos; la paz está a un paso, solo necesitamos cambiar la conciencia acerca de lo real y lo ilusorio… invertir la polaridad de nuestras urgencias.
No importa si es tarea de uno, o tarea de todos. Lo que tiene valor por sí mismo es, al decir de Kant, “la buena Voluntad”. Accionemos dentro de ella sin esperar que el vecino empiece.
Tampoco aguardemos un llamado espacial, ni hagamos tiempo hasta que suenen los clarines celestiales. No nos sentemos a esperar por la paz… accionemos por ella.
Accionemos desde nuestro pequeño universo cotidiano, dejémonos llevar por esa voz interior que nos impulsa al bien, esa misma que podrá gritar triunfal en el ocaso: “Kreta Kretiata”, “lo que se vino a hacer, está hecho”.
El mundo cambia cuando uno cambia.
Enciendan su llama y avancen, la oscuridad se desvanece sin lucha.
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