Tener más opciones no implica tener más libertad, pero sí más ansiedad y estrés.
Que haya millones de opciones no significa que yo tenga que elegir entre ellas si no las necesito.
Por ejemplo, tenemos sed. Lo lógico sería que tomemos agua, sin embargo cuando vamos al supermercado hay mil opciones de bebidas con y sin alcohol, con y sin azúcar, con gas o sin gas. En envase retornable o de vidrio, pequeño, grande o extragrande, en lata o en botella... Momento, ibamos a comprar sólo una botella de agua... ¿Qué pasó en el medio? Básicamente: nos dejamos pensar por los deseos y dejamos de disfrutar del momento.
Obligarnos a elegir entre cosas que no necesitamos nos esclaviza, nos estresa, nos agota, nos vuelve más irritables y nos hace perder la perspectiva de lo que realmente importa.
La alegría del sorprendernos
El otro día pasó algo maravilloso. Con mi marido le regalamos un muñeco de Woody a nuestra hija de casi tres años y su felicidad nos llenó el alma.
Ella es una niña feliz y expresiva, siempre la verás cantando o bailando, le gusta charlar y es muy curiosa. No suele pedir nada en especial, disfruta con lo que tiene.
Ella no deseaba un muñeco de Woody, a pesar que lo había visto en la juguetería. Pero papá y mamá sabe cuánto le gusta el personaje (desde que tiene 1 año) y se lo regalaron para su cumple. Con este pequeño ejemplo cotidiano quiero significar que la felicidad viene también del dejarnos sorprender y del confiar que en el mundo siempre habrá cosas que nos gratifiquen en todos los niveles. Hay que aprender a confiar. Hay que aprender a centrarse en los afectos, todo lo demás vendrá por añadidura si está dentro de nuestras posibilidades kármicas.
Pongamos el ejemplo contrario: un niño ve el muñeco y lo desea intensamente, le pide al papá que lo compre. El papá no tiene el dinero suficiente, el nene insiste; el papá ahorra durante un par de meses, el nene sigue insistiendo. Cuando finalmente el papá consigue comprarlo el niño se entusiasma brevemente y habiendo tenido lo que deseaba comienza a pedir otro juguete.
Así somos los seres humanos, un deseo siempre desencadena otro.
Cómo evitar que tu vida sea una gran decepción
El otro día en una clase hablabamos del deseo. Para poner un ejemplo digo: "estoy caminando por la playa...", enseguida uno de mis estudiantes dice: " paradisica", otro agrega "de arenas blancas", otra: "está atardeciendo", "una brisa suave me acaricia", "la playa está sólo para nosotros", "voy de la mano de ...", "Brad Pitt", "Salma Hayek", "George Clooney", "Serena Gómez"... "tengo una piña colada en la mano", "tengo 15 kilos menos", "mi bronceado es de novela!", "voy caminando hacia el yate", "salgo a navegar por altamar"... a estas alturas les señalo: "díganme cómo pasamos de caminar por la playa a navegar con George Clooney por altamar con 15 kilos menos y un bronceado fenomenal!!!" Todos empiezan a reir con ganas... pero luego caen en la cuenta que tras semejantes expectativas, su inminente viaje a la playa en plena temporada vacacional va a distar mucho de ese panorama y se deprimen.
La mente sueña, imagina; la emoción desea... juntos pueden llevarnos a realizar grandes cosas o hundirnos en el inconformismo y el sinsentido.
Aprender a disfrutar de lo que tenemos, de lo que nos rodea... aprender a disfrutar de nuestros afectos así tal como son, aprender a amarnos así, tal como somos...
Sobrevivir en el océano
Los dejo con un interesante programa de Redes, en el que el psicólogo Barry Schwartz nos da algunas claves para no sucumbir en la insatisfacción
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