Las 3 grandes preguntas de la vida



¿Quién soy?

¿De dónde vengo?

¿A dónde voy?

 

Estos son interrogantes que el hombre se hace desde el comienzo de los tiempos, desde el momento en que se habilitó en él la capacidad de pensar.
La Psicología y la Filosofía se han ocupado de analizar nuestras conductas pero en Plenitud consideramos que un ser es mucho más de lo que las diferentes disciplinas han podido definir.

Tanto la descripción del aspecto físico como de las características emocionales y las capacidades mentales, sin olvidar lo espiritual, generalmente circunscripto al terreno religioso, nos permite tener bastante material para saber sobre nosotros.

Cuál es el hilo conductor?

Pero poder descubrir quién soy, qué lugar ocupo en el universo y cuál es mi propósito en la vida,implica mucho más que eso, es comenzar a percibir que todo lo que nos ocurre guarda un sentido, que la casualidad sólo existe en las mentes infantiles que desconocen o no han desarrollado aún la capacidad de descubrir el hilo conductor de sus existencias.

¿Por qué saber? Porque únicamente quien se ocupa de hacerlo logra llevar las riendas de su karma o destino. Porque sólo así es posible hacer uso de la libertad que nos permite elegir cómo vivir cada uno de los acontecimientos que se presenten en la existencia.

La clave de todo

¿De donde vengo? ¿A dónde voy?

Dos preguntas que surgen naturalmente en este proceso de autoconocimiento, que es un camino hacia la superación personal en pos de algo trascendente. Las respuestas están. ¿Dónde? En la “Teosofía” (Sabiduría Divina), que permite adentrarnos en el conocimiento de las Causas primeras, en el origen de todo lo creado. Pero cada uno de nosotros es libre de elegir buscar o no hacerlo, así como será responsable de las consecuencias de esa decisión.

Nacer, vivir y morir sin conocer el propósito de la existencia es un derrotero que llevan a cabo millones de seres. Nacer, vivir y morir tratando de aprender las claves de la Vida, tan solo unos pocos. La diferencia apenas perceptible pero absolutamente grandiosa, sólo podrá ser percibida por nuestra alma.

Convertirse en artífice del propio destino es la aventura más fascinante y maravillosa que un ser humano puede aspirar y alcanzar. El único obstáculo para lograrlo: él mismo.

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