Hoy quiero compartir un relato que escribí hace una década, una vivencia muy mía que espero le sirva a quienes se encuentran en un estado similar; a partir de este relato... todo comenzó a fluir.
Seguramente tiene mucha simbología personal, pero lo cierto es que cuando uno "se deja caer", deja de pelear con su destino es cuando comienza a vislumbrar su propósito. Con el propósito claro, todo lo demás comienza a cobrar sentido.
Se los digo con completa vivencia y con la certeza de mi corazón: todo lo que nos sucede, por más terrible que sea... tiene una razón de ser, porque nos acerca a nuestro propósito.
Remembranzas de mis días de oscuridad
"Y allí estaba yo, en medio de esa tiniebla helada, de esa oscuridad abstracta e incomprensible.
Desesperada tantee en busca de un fósforo, empujé el espacio sin forma... no encontré nada. Ni fósforo, ni linterna, ni bichito de luz, ni resquicio que excitara mis pupilas muertas.
Primero me movía de un lado a otro, enojada por la situación confusa de mi esclavitud obligada. Cómo fue que caí en tal desgracia. Si yo estaba en el campo, rodeada de flores bajo un cielo titilante a punto de presenciar un amanecer.
Y ahora encerrada acá, entre estas mil paredes de quietud irrelevante, sin poder contemplar siquiera mis manos.
Como una fiera encerrada giré y voltee sin punto fijo y termine por marearme. Embriagada de oscuro me detuve un segundo, agité mis brazos pretendiendo ubicarme, imposible dilucidar una coordenada... inaguantable.
Sentí lagrimas rodando por mis mejillas, no pude evitar notarlo, me contuve un segundo, ¿y si alguien miraba? entonces tragué saliva dos, tres veces. Sobre mi hombro abatido, sentí una mano de consuelo, y estalló el llanto como un volcán de lava salada.
Y esa mano se transformó en abrazo y encontré en ese abrazo el calor que necesitaba mi cuerpo, perforado por la escarcha del silencio.
Y ese abrazo se transformó en palabra, y mis oídos se regocijaron en esa voz dulce que brotaba de una boca transparente... quería suponer esa boca, ya que no podía verla... quería dibujarla con mi mente.
Y esa boca se convirtió en sonrisa, pude sentirla mas allá de la lobreguez, porque me acunó en mi desconsuelo.
Y la risa tomó la forma de un hombre. Y creí amarlo, por su presencia oportuna, por su palabra correcta. Creí amarlo porque presentía que él me daba esas coordenadas que tanto anhelaba. Me dejé caer en sus brazos fuertes, me entregué a sus caricias suaves, me hice adicta a sus besos tiernos... y, de pronto, no me importaba la sombra avasallante, seguía en aquel espacio indescifrable del abstracto, pero estaba con él... y aunque no sabía quien era, ni de donde venía.. me sentía segura: ya no temblaba sin causa, ya no soñaba fantasmas. Él era mi refugio más preciado en medio de la nada de aquel presente.
Un día desperté y ya no estaba.
Nunca supe que pasó, estaba todo tan oscuro... tan vacuo. Tantee inútilmente dos, tres días.. pero ni siquiera pude rastrear su calor; su aliento se había evaporado como el rocio del que no tenía ni siquiera recuerdos... transcurrieron tantos años desde aquel último amanecer.
Habían pasado semanas, desde el tiempo universal de los relojes... aquellos los de la conciencia, porque los de sol no tenían efecto, y los de arena yacían olvidados. Cómo calcular el tiempo en que acaba de pasar el ultimo grano si la oscuridad se empecinaba en devorar los anhelos de observar.
De pronto intuí su perfume...sentí su aroma confuso, en una tarde de Mayo... me quede esperando tranquila, respirando pausado, como disfrutando esos instantes de incertidumbre... pero esos segundos se convirtieron en años.. él pasaba cerca, pero nunca me abrazaba; sentía su risa.. pero ya no era para mi. No se que duró más, si su indiferencia o mi desconsuelo; si su crueldad o mi llanto.
Asi que ahí estaba yo, en medio, al costado, arriba o abajo de la sombra sempiterna... proponiendome buscar otra vez algún resquicio de luz . Caminé, salté, me arrastré, gatee, corrí -debo confesar- con un vértigo de muerte. Pero no descubrí ni la más mínima expresión de claridad.
Se me dió por escribir poemas, los dibujaba en el aire y trataba de imaginar los colores. Al principio me divertía fantaseando cielos naranjas y árboles azules... pero después de un tiempo -que fue infinito e indestructible- se me olvidaron las cosas de la vista, y comencé a olfatear la vida de una manera magistral.
Pero, como cada vez que olfateaba me invadía su perfume ... sólo su perfume, sin nada de él acompañandolo... poco a poco, anulé mi olfato para no sufrir estúpidamente, y comencé a sentir la vida por el tacto.
De pronto me sentí mas segura, y comencé a desplazarme por el espacio de la nada con una soltura inusitada. Pero, volví a encontrarme con él... y fue como si nos hallaramos por primera vez, y volvió a consolar mi llanto con sus brazos fuertes, descubrí en sus hombros mi refugio y en sus ojos hipotéticos la fuente de toda belleza. Anduvimos un tiempo vagando por los paramos interminables de la penumbra... pero una corriente de aire lo arrebató de mi lado, todavía me quedan las marcas de la separación, puedo sentirla. En aquel momento se me figuraban horripilantes, pero no podía verlas.
Otra vez sola, lejos, cansada, arruinada ... de pronto con un acto ritualístico de desesperación estudiada comencé a contorsionarme en busca de una salida. Pero la luz nunca vino.
Me inicié en el escuchar, aquel sonido me transportó a un mundo imaginario y pude, por un momento, ver mi bosque y mi cielo... pero no era verdad aquello, la oscuridad era dueña y señora, y sólo permitía un sueño a colores y con formas definidas una vez cada 10 o 12 años.
La existencia me atravesaba el alma como una corriente fría de indiferencia profunda, cuando comprendí que podía vivir mi vida por el oído... y empecé a escuchar el canto de los pájaros, la risa de los niños... Fue entonces cuando mis sueños comenzaron a cobrar formas definidas, se oían cascadas, música... y el viento de pronto se convirtió en caricia.
Repentinamente un día me entró una nostalgia de la vista. Y la nostalgia me recordó la lágrima, y la lagrima me recordó la ausencia... y la ausencia me recordó el abandono.. y el abandono me recordó la nada, y la nada me recordó la vista y la vista me recordó la nostalgia.
En ese momento me dejé caer, ya no me interesaba lo que me sucediera, ya no quería que nadie me consolara, ya no quería que a nadie le importara... y la caída fue inacabable, perpetua ... sentía el vértigo del aire sosteniendo mi cuerpo, la inexistencia de las urgencias del control ... pasaron 10, 15, 20 minutos de vacio absoluto... y luego, el agua helada.
Me creí morir definitivamente, pero sentí unos brazos conocidos que me jalaban hacia arriba. De pronto le vi, empapado, sonriente... le vi!! con sus ojos claros ... le vi ...
Y ahí estaba la catarata, y los pájaros, los niños jugando a las rondas y el violinista ensayando su solo, el bosque, las flores, el cielo. Subitamente comprendí que nunca estuve sola.
Era tanta mi alegría que no pude menos que llorar, y allí estaba él otra vez, enredándose en mi cuello, apretándome fuerte para despedir aquella angustia contenida que se iba ese día para siempre.
Y comprendí que aquel hombre, de los ojos claros y la voz pausada era mi ángel. Y descifre que esperando el milagro se me fue la vida.
Estaba equivocada, ahora lo sé... por buscar la luz me olvidé... era mas sencillo abrir los ojos."
Hermoso!!!!
Gracias Ale!!! 🙂
Excelente nota!! Un placer leerte!!! Cintia sos una gran escritora!