El Zen es una disciplina que se ocupa directamente de la vida. Nacida de la unión del Taoísmo y el Budismo Mahayana tiene por convicción que todos los seres humanos pueden lograr conocerse a sí mismos a través de la práctica constante de los koans o el zazen.
El ser humano siempre ha querido librarse de los sufrimientos, pero por más que ha intentado escapar de ellos se le hace difícil evitarlos, ya que los deseos, las pasiones, las ambiciones, son una de sus causas principales.
En occidente solemos dar cátedra acerca del control de las emociones, de las competencias que nos hacen emocionalmente inteligentes o de cómo nuestras conductas generan reacciones y consecuencia en los demás; pero muchas veces esas reflexiones se quedan en el plano de la teoría o el parloteo mental sin pasar necesariamente a la práctica.
Para el Zen, sólo se logrará rescatar al hombre del sufrimiento de la existencia, observando su propia conducta y practicando la disciplina que pone en el centro de la ecuación a la naturaleza.
Hoy les traemos un cuento y un fragmento de la película "Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera" ambos demuestran en forma práctica la enseñanza Zen: pocas palabras y mucha observación de la conducta.
El camino del cielo y del infierno
Un guerrero de fama y fuerte carácter luego de recorrer un largo camino se dirige a una escarpada montaña, lugar de habitación de un solitario y sabio maestro del budismo (probablemente un sacerdote)
Cuando llega a la morada del sabio luego de una agotadora jornada saluda respetuosamente al monje, el cual guarda silencio sin moverse de su posición.
Luego le dice: He venido hasta aquí desde muy lejos para saber de un sabio como usted ¿Cuál es el camino hacia el cielo y el infierno?. El monje impasible mantuvo el silencio sin mirarlo siquiera. El guerrero algo irritado le increpa diciendo: ¡He subido esta escarpada montaña, he recorrido un largo camino en busca de sabiduría y quiero que me responda ¿cuál es el camino entre el cielo y el infierno?!. El monje no mostró siquiera un cambio de actitud, como si fuera una escultura.
El guerrero reaccionó enojado e iracundo diciendo: ¡He hecho un gran esfuerzo por estar aquí, no permitiré que me faltes así el respeto! y levantó su espada con la cierta intención de darle muerte.
En ese momento el monje levanta su mano indicando con su dedo índice al guerrero y exclama con voz firme: ¡Ese es el camino del infierno!
Sorprendido y avergonzado el guerrero envaina lentamente espada.
El monje con voz tranquila le dice: Ese es el camino del cielo.
Consecuencia de nuestras acciones
En este maravilloso poema visual, se pone de manifiesto el método de enseñanza Zen que consiste en mucha observación y pragmatismo a la hora de enseñar acerca de las conductas humanas y su repercusión en el mundo que nos rodea.
La curiosidad, la necesidad de experimentar propia del niño es contrastada por las consecuencias de sus acciones. Una vez más, la observación y la vivencia directa imprimen más que las palabras.
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