"Sócrates, tomando asiento, dobló la pierna, libre ya de los hierros, la frotó con la mano, y nos dijo: es cosa singular, amigos míos, lo que los hombres llaman placer; y ¡qué relaciones maravillosas mantiene con el dolor, que se considera como su contrario! Porque el placer y el dolor no se encuentran nunca a un mismo tiempo; y sin embargo, cuando se experimenta el uno, es preciso aceptar el otro, como si un lazo natural los hiciese inseparables.
Siento que a Esopo no haya ocurrido esta idea, porque hubiera inventado una fábula, y nos hubiese dicho, que Dios quiso un día reconciliar estos dos enemigos, y que no habiendo podido conseguirlo, los ató a una misma cadena, y por esta razón, en el momento que uno llega, se ve bien pronto llegar a su compañero. Yo acabo de hacer la experiencia por mí mismo; puesto que veo que al dolor, que los hierros me hacían sufrir en esta pierna, sucede ahora el placer." fragmento de "Fedón o del alma" de Platón
Samsara.
Con este término los hinduistas, budistas y jainistas representan el ciclo de nacimiento y renacimiento en el que estamos inmersos, los pares de opuestos que nos dominan hasta que finalmente alcancemos la Iluminación.
Samsara sería, entonces, el opuesto al Nirvana. La Tierra, la manifestación, la incertidumbre, el río en el que se bañaba Heráclito.
Día tras día navegamos en las aguas de la impermanencia, tratando de encontrarle un sentido a esto que llamamos existencia. Algunos intuimos una vida transcendente, una luz que nos vincula más a la eternidad que al embotellamiento de las 7 de la tarde en Av. Rivadavia.
Claramente la Eternidad se nos antoja un remanso en medio del trajín diario, una forma de centrarse finalmente en lo importante; sin embargo, para alcanzar la eternidad, debo poder ser conciente de mi realidad, reflexionar acerca de los hechos cotidianos y dejar de darlos por sentado. Meditar acerca de la inmortalidad del alma o la posibilidad de una vida más allá de esta nos lleva a plantearnos otras preguntas y buscar otras respuestas.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? son preguntas que se hacen aquellos que logran comprender que la impermanencia de las cosas no tiene que ver necesariamente con Ellos.
Vivimos en la impermanencia, pero no somos eso. Nuestra alma es un punto de luz dentro de una luz mayor, un latido dentro del gran corazón de la manifestación. Somos un alma con un cuerpo (y no al revés); esto debería definir toda nuestra existencia y forjar nuestra escala de valores y nuestras prioridades.
Impermanencia y desapego
Los Budistas tienen una ceremonia para representar el Samsara: "la construcción del Mandala de arena" aquí les acercamos un fragmento en el que pueden observar cómo los monjes crean con paciencia y arte un Mandala de arena, al son de Mantrams y con una concentración absoluta. Una auténtica meditación en movimiento.
Cuando finalmente el Mandala está terminado, se procede a su destrucción.
Con esta ceremonia los budistas recuerdan la impermanencia de Samsara, el ciclo de vida y renacimiento; nos recuerda también la necesidad del desapego y la focalización en la esencia de las cosas. Lo esencial, siempre permanece y muchas veces "es invisible a los ojos".
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