El paseo por el bosque, ese día, había sido inolvidable por muchos motivos, algunos los pude apreciar en el momento, otros me llegaron como una revelación algún tiempo después.

Había llovido el día anterior y los aromas se habían intensificado. Decenas de los más diversos hongos se agrupaban de a ramilletes, y los rayos del sol se filtraban por entre las hojas creando una atmósfera fantástica.

Bajo mis pies descalzos, el suave crujir de la tierra aún húmeda vestida de una fina capa de agujas de pino.

Estaba casi en extasis contemplativo cuando de golpe el sol me pega de pleno en la cara. Un claro.

Otro paisaje distinto me sorprende.

Un sinfin de flores silvestres, algunos árboles esparcidos con gracia.

Apuro el paso hacia un conjunto de árboles en busca de un respiro del calor que aprieta.

De pronto una mariposa bate sus alas celeste enormes frente a mi. Su vuelo, elegante y poderoso, me deja completamente hipnotizada.

Se perdió entre las hojas y la seguí, como quien persigue un sueño. De repente , casi como si me hubiera llevado directo a mi destino... me encuentro con una crisálida verde. Corto el capullo y me lo llevo a casa.

Pasaron los días.

Un tarde vi un orificio pequeño en la crisálida y supe que había llegado el momento. Observé cómo luchaba por salir, forcejeaba y forcejeaba sin éxito, el orificio era demasiado pequeño.

Me dio mucha pena y decidí ayudarla un poco, busqué mis tijeras y corté apenas un poquito el capullo. Entonces la mariposa salió. Pero no era tan magnífica como la que había visto aquel día: tenía el cuerpo hinchado y unas alas muy pequeñas y dobladas.

Pensé que quizás había que esperar que sus alas crecieran, pero no. No sucedió nada. La mariposa solo pudo arrastrarse.

Sin querer había cortado su proceso y nunca pudo llegar a experimentar lo que se sentía al volar.

En este último posteo de 2021, me pareció oportuno recordar, con esta historia(*), que toda transformación requiere de tiempo y esfuerzo y que querer apurarnos o apurar a otros que la están transitando puede traer consecuencias doloras.

Un poco en relación con el escrito de la semana pasada, el elixir de aprendizaje, solo puede ser destilado desde la conciencia, el respeto y la intención de volver significativa cada experiencia.

Eres un alma en un cuerpo. No renuncies nunca a saber lo que se siente volar.

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(*) Para tu tranquilidad, esta historia no aconteció, está basada en una que leí por ahí. Las sensaciones son propias, fragmentos de diversas experiencias que atesoro. Creo fervientemente que la naturaleza tiene una sabiduría profunda y antigua e intento aprender cada día de ella.