Conviértete en un triunfador!

A veces uno espera cosas espectaculares de la vida.

Uno espera... y quien espera mucho,  a la larga... desespera.

Haber tenido mil relaciones y no habernos podido involucrar en ninguna. Haber tenido sólo una y haberse involucrado tanto que –al acabar- creemos que nunca encontraremos la felicidad nuevamente.

No haber estudiado; haber estudiado y no haber podido terminar; haber terminado y no haber podido ejercer; ejercer, pero no ser feliz.

Haber dejado escapar al amor de nuestra vida; no haberlo encontrado nunca.

Tener hijos que nos sacan de quicio; no tener hijos; tener hijos que no nos tienen en cuenta; tener hijos maravillosos, pero no tener una pareja.

No habernos casado por capricho; habernos casado por capricho.

Trabajar en algo que odiamos; no trabajar;  trabajar mucho y que nadie nos reconozca el esfuerzo...

[inserte aquí su espera: su "siempre hay algo que falta" o "siempre hay algo que sobra"]

Siempre vamos a encontrar razones para ser  infelices.

Porque no tenemos algo y lo queremos; porque tenemos algo que no queremos; porque tenemos algo que queremos pero quisiéramos tener también otra cosa.

Sacudirnos el fracaso y liberarnos de la culpa

La sensación de fracaso es tan traicionera. Para algunos puede ser el trampolín para sacudirse lo que no fue, pero para otros es el yunque que les impide alcanzar su propósito. Miles de historias nos cuentan acerca de los "fracasos exitosos", Einstein, Jobs, Disney... todos ellos supieron reinventarse. Vencieron sus obstáculos y encontraron su camino.

Si ellos pudieron, yo puedo; si yo puedo, tú también puedes. Solo necesitas el ejercicio constante de la voluntad y una mirada embebida en inteligencia emocional.

Buceando en las profundidades

Muchas veces se ha hablado de los mandatos paternos (“tenés que ser así”, “no tenés que ser asé”, “haceme feliz”, “me haces infeliz”)… pero poco se ha reflexionado sobre los propios mandatos que cada uno de nosotros nos damos consciente o inconscientemente:

fue un día –a los 6 años- que decidió que para cuando tuviera 25 estaría casado y con dos hijos… ahora tiene 30, sigue soltero y tiene una depresión inexplicable.

 

Un día cuando presenciaba una pelea de los padres se prometió que nunca se iba a enamorar, ahora que está enamorada lo único que repica fuerte en su cabeza es “huir, huir”… en unos años, cuando esté sola por elección, lo que va a repicar es “por qué, por qué”.

Y así con cada cosa de nuestra vida.

El mecanismo que nos impulsa a buscar siempre lo que no tenemos, o a querer cumplir mandatos que nosotros mismos nos hemos fijado en algún tiempo de vida, lejos de perseguir la felicidad nos lleva a hundirnos en un mar de pequeñez, culpabilidad, tristeza y desasosiego. Es el mismo mecanismo que paraliza la acción por miedo al fracaso… miedo engañoso, porque si toma el control terminaremos por vivir la mayor frustración de todas: no vivir.

Sólo puede desengañarse quien es humano, por eso sentimos pánico al desengaño, sentimos terror que algo nos recuerde que no somos perfectos, que no somos tan maravillosos como imaginábamos, que no somos el centro del universo. Al menos no de la manera en que fantaseamos.

Mientras tanto nuestra vida se nos antoja algo que va a pasar en cualquier momento, mientras que en verdad es este instante, más el siguiente, más el próximo. La vida no es un cuento, es una suma de momentos sin introducción, sin nudo ni descenlace y quizas sea tiempo de abandonar los juegos de especulación o inercia que nos hace perdernos los mejores momentos de nuestro existir.

Momentos pequeños, llenos de significados pero sin música de fondo, sin iluminación especifica o rotación de cámaras. Momentos que a veces nos hastían por cotidianos y luego extrañamos por ausentes. Momentos que anticipan a otros mejores, pero que sin ellos los otros serían imposibles. El aroma del café por la mañana, el ruido de la lluvia sobre la acera, la brisa que acuna al árbol, el trinar de un pájaro bajo el alero, el palpitar de mi propio corazón… eso es la vida.

El mayor triunfo en tu vida

Quizás el mayor triunfo de la vida no es hacer la diferencia resaltando en deportes, ciencias o humanidades, quizas, el mayor triunfo de todos sea aprender a disfrutar de nosotros mismos y quienes nos rodean –llámense circunstancias, amigos, pareja, familia, oportunidades-, valorar esos momentos de compañía o soledad, apreciar las cosas desapegándolas del deseo de otras.

Quizás el mayor triunfo de nuestra vida es querernos como somos, cultivar la certeza de que nos van a querer igual aunque nos equivoquemos, aunque no seamos perfectos. Ser conscientes que la vida implica tomar -a veces- caminos equivocados y tener la suficiente madurez emocional para detenernos, aceptar errores y comenzar de nuevo.

Que la diferencia la podemos hacer descubriendo y liberándonos de los mandatos externos o internos que nos esclavizan al sufrimiento. Mis amigos, la diferencia podría ser no esperar que las personas se conviertan en medios para alcanzar nuestros caprichos, sino en fines amables por sí mismos.

El único que hace la diferencia es quien es feliz, y es feliz quien no teme fracasar en su intento de vivir y se acepta tal cual es.

Todo lo demás... todo lo demás son circunstancias.

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