Nuestra existencia como un logro

Mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía! 
Gustavo Adolfo Bécquer

Las enseñanzas teosóficas traspasan todos los acontecimientos y saberes,  los colores, las notas musicales, los cuerpos del hombre, los números... todos los aspectos de la realidad encuentran una explicación teosófica. Las estaciones, también.

Las cuatro estaciones, son el resultado del paso del Sol a través de los doce signos Zodiacales. Cada estación abarca tres signos y esto encierra un gran simbolismo.

Las estaciones estaban vinculadas antiguamente, con las fiestas que se les daban a jóvenes y ancianos. A los primeros, las fiestas primaverales y a los segundos,  las celebraciones otoñales.

Esto se comprenderá mucho mejor si tenemos en cuenta que antiguamente no imperaba la organización social de libre determinación que actualmente nos rige, sino que todo estaba disciplinado y bajo condiciones rígidas de cumplimiento. De este modo hasta la propia evolución metabólica y moral del individuo estaba normada de manera  que en los sucesivos paso de transición- de una edad a otra,por ejemplo- el individuo era progresivamente comprometido por nuevos conocimientos, nuevas experiencias, nuevas responsabilidad a las que debía someterse.
Estas iniciaciones regulares se cumplían en forma, respetando los festejos  y lo que simbolicamente representaban.

Las edades vividas como logros

En la antigüedad, y durante una ceremonia de tipo mistica, psicológica y académica, se elegía a los que merecían ser iniciados en los misterios de la adolescencia: por su madurez emocional, moral, intelectual y espiritual. El resto debía esperar la próxima oportunidad.

Hoy, en nuestra “cultura moderna”, el paso de una edad a otra no tiene “misterio”;  el niño no espera la adolescencia con expectativa. En la antiguedad los elegidos para considerarlos adolescentes formaban una fraternidad que por los nuevos conocimientos asimilados los diferenciaban de aquellos que continuaban siendo niños.
Esta diferencia provocaba la curiosidad y despertaba el interés de los niños quienes se esforzaban para dejar prontamente tal estado. Lo mismo sucedía cuando el adolescente pasaba al estado de adultez. Este paso era festejado con los Ritos de la Primavera.

Volver a las fuentes, con la mirada del presente

Claro que no se puede volver atrás, el tiempo pasa y pasa la vida. Pero sí podemos rescatar los conceptos que han tenido un sentido de comunidad, búsqueda de la excelencia, compromiso individual-grupal... y hacerlos  florecer en esta época, con estas vivencias y estos aprendizajes.

En lo personal, podemos proponernos en cada primavera una mirada introspectiva. Observar en qué nos hemos convertido, cómo hemos madurado, qué hemos aprendido. Recordar que somos el resultado de nuestros pensamientos, y que si no nos sentimos florecidos al amor, a la vida, a la alegría es porque hemos elegido -consciente o inconscientemente- vivir en un eterno otoño.

Tu tienes el poder de transformar tu vida en algo maravilloso, haz germinar tu felicidad poniendo día a día gotas de amor en tus acciones cotidianas. 

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